Cuando llegaba a mi casa llorando por haber cortado con mi novio, mi mamá siempre me decía <<Tienes que ser fuerte; no será la última vez que un hombre te haga daño>>. Y yo; le creía.
Pero se le olvidó contarme qué haría yo, cuando fuera una mujer la que me rompiera el corazón.
Fue un golpe duro. No lo vi. Me golpeó directo en las costillas y me tiró al piso quitándome las fuerzas de poder levantarme.
Dejándome sin aire en los pulmones para poder respirar.
Aunque la verdad, ni si quiera lo intenté.
La quería, maldita sea; yo la quería.
Le confié mis miedos y mis deseos. Cómo y cuándo me habían hecho daño. Pensando en que era mi confidente, sin llegar a creer que sólo le di una fuente de inspiración.
Hablábamos por horas; de aquello de lo que no nos atrevemos a decir en voz alta y también de otras ridiculeses que ni si quiera nosotras nos tomábamos en serio.
Dormíamos acobijadas por una manta que al final de la noche terminábamos por quitarnos porque el calor de nuestros cuerpos era demasiado.
Reíamos y llorábamos.
Creyendo que nunca tendría fin. Pero como todas las cosas; todo terminó. Y terminó mal.
Terminó con horas y horas de charlas con la psicóloga con temporizador en el reloj y el cobro al final de la sesión… Y aún así, sin entender cómo todo pasó tan deprisa y sin previo aviso.
Quería tenerla por siempre… Pero desde que la conocí, sabía que era de esas personas que sólo se detienen un momento en tu vida para no quedarse.
Y aunque me hizo daño, más daño que el que cualquier hombre haya conocido pudiera haber hecho (inclusive si alguno de ellos se hubiera propuesto destruirme)… Aún así; la extraño.
Miro nuestras fotos y recuerdo su sonrisa. Su voz. Y sus ojos al mirarme.
Recuerdo su tacto sobre mi piel, y su cuerpo en la oscuridad.
Y sé, que si la quisiera devuelta; la tendría.
Pero aquello que eera muy nuestro, aquello que solíamos ser; ya no existe más.
Ella me rompió el corazón.
Pero hoy; ya he sanado. Y ya no la necesito más.